Todo está escondido en la memoria es una rendición ante el olvido y paradójicamente un ejercicio de memoria. Una colección minuciosa y dispar de gestos que desean retener el tiempo, congelar la huella de una marca, acumular los deshechos del pasado y ver con claridad cristalina, casi como si estuviera frente a nuestros ojos, aquello que ya no está. Aferrados a la materia, a los objetos y las visiones, incendian, rasgan y oscurecen las superficies en un intento por atrapar el momento fugaz.

 

La memoria inaugura nuevos relatos mientras repite y desplaza, reprime, borra e inventa. Es caprichosa en sus mecanismos y no permite ejercer ningún control sobre el material que produce; incierta, enigmática, sorpresiva, nos ofrece ciudades en ruina con las que intentamos una y otra vez posibles montajes. No sabemos qué quedará del presente, qué recordaremos, qué dirán los estratos acumulados cuando los miremos nuevamente, qué historias contaremos a partir de ellos. Volverán siempre a estar allí: guiños nuevos y viejos al mismo tiempo, partes de una historia y esencialmente presentes.

 

Con la certeza de que vivimos en un mundo poblado por fantasmas, este conjunto de obras va en busca de las marcas de sus posibles historias, de las pisadas, de los restos que flotan en el aire. Todas ellas son el resultado de un gesto anterior que acciona; devienen de algo y provocan algo. Nos recuerdan que somos individuos precarios y temporales pero también iluminan señales “de alguna cosa”[1], de un mundo que se abre, de un sentido que circula.

 

Leila Tschopp

 febrero 2020

​

[1] Nancy, Jean-Luc(2014). El arte hoy. Buenos Aires: Prometeo.

 

​