Definidos por la funcionalidad, ciertos ámbitos de la actividad humana, como pueden ser dormir, comer o trabajar, están comprometidos con los rituales del consumo contemporáneo.

Los baños, más allá de ser públicos o privados, formalizan el proyecto higienista que acompaña la arquitectura y la industria del último siglo. Un proyecto que desarrolla equipamientos, artefactos y costumbres que imponen a su vez un repertorio de actividades y mercancías.

Mariela Bergato en su instalación del baño femenino revierte la cualidad efímera de esos objetos y los dota de un posible relato. Jabones y toallitas de papel tissué que memorizan la cara de sus antiguos usuarios, nos indican implacables que toda acción, todo gesto, todo hecho humano, imprime su huella hasta en la más insignificante de las cosas. Esas cosas usadas que revelan finalmente nuestra propia condición, sujeta al desgaste del tiempo, como también a la tozuda insistencia del recuerdo.

 

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