Los tres últimos siglos, un proceso iniciado en Occidente y luego extendido lentamente por el mundo, nos indica un cambio profundo en los modos de individuación de los sujetos. Normativas históricas, como las del patriarcado, que estipulan comportamientos de hombres y mujeres durante el transcurso de sus vidas y determinan desde la infancia los roles y ámbitos donde esos sujetos actúan, paulatinamente van cediendo su espacio de poder a otros sistemas de regulaciones sociales.

Sin embargo, pese a la oferta de elección personal, autonomía y libre responsabilidad que la modernidad ofrece como alternativa válida para considerar a esos hombres y mujeres protagonistas de su propio destino, ciertos hábitos, ciertos gestos, ciertas palabras parecieran denunciar lo contrario.

No exenta de ironía, la instalación de Norberto Martínez en el baño de hombres hace visible las determinaciones sociales de un color, el celeste, como agente de condicionamientos de género. Un celeste que anuncia, desde la infancia y el escarpín, un futuro masculino glorioso de camisetas y banderines.