Sabemos el origen de la palabra texto. Hermanada a tejido, supone la elaboración de largas hebras y su articulación por medio de un entrecruzamiento meticuloso. De tal manera la práctica de la escritura está ligada desde el inicio a un ejercicio conciente de su materialidad: palabras como hilos, oraciones como hebras, textos como telas donde el significado y significante intentan una unidad indisoluble.

Pero también texto y tejido remiten a textura, que reclama para sí otra forma de aproximación sensorial

La intervención propuesta por LAS ESMERALDAS revierte el concepto de la condición monolítica del texto, y lo hace justamente en las paredes y proximidades de dos baños, el de hombres y en el de mujeres, consideradas habitualmente para la inscripción clandestina.

Su apelación a un observador cómplice es interferida por la fragmentación, la dispersión y la discontinuidad. Los textos recobran su materialidad, su sustancia primera y el espectador, incitado a mirar más allá de toda prescriptiva, quizás pueda “leer” las palabras desde su pura visualidad liberada de cualquier previsión.